martes, 4 de octubre de 2011

I

    Finales de junio, plenas vacaciones de verano, nada que hacer. Nada, literalmente. ¿Opciones? Salir a la terraza a leer al sol o visitar la galería de arte de cerca de casa, aquella a la que hace tanto tiempo que Maya no va. ¿Elección? La segunda.
    Largos pasillos se le presentan, todos repletos de cuadros de colores terrosos: horas de observación. De repente, ya sumida en la profundidad de aquellos paisajes de cálidos colores, alguien le toca el hombro. Al girarse, un chico poco mayor que ella, de unos ojos negros tremendamente adorables, con una sonrisa en la boca, le ofrece un par de folios doblados que ella bien conoce.
    -          Se te han caído. Son magníficos, tienes mucha gracia al expresarte. –Hace una pausa, ve la expresión de sorpresa de Maya y prosigue- Lo siento, me llamo Findley, los he visto caer y no he podido evitar mirarlo.
    Y así, sin más, comienza una conversación que dará pie a muchos futuros sucesos y durará hasta el final de aquella gran exposición.
    -          Encantado, Maya. Nos vemos pronto.
    Claramente hay un extraño e inmenso grado de seguridad en esa rotunda afirmación, y Maya lo ha percibido.

4 comentarios:

  1. hola,
    segui tus huellas desde otro blog. Te invito a que pases por el mio
    http://www.mirinconmagico.blogspot.com


    un beso

    ResponderEliminar
  2. hey donde describiste al chico describiste perfectamente a alguien a quien conozco!! :D hermosa entrada.. gracias por pasarte

    ResponderEliminar